Consultó
su reloj una vez más: las ocho de la mañana en punto, ya estaba totalmente
listo para salir, o lo estaría de no ser porque una vez más había perdido sus llaves, así que
después de un rato buscando sin éxito, decidió rendirse y echar mano de las
llaves extra que guardaba en su recámara.
Antes de
salir dejó un plato de comida lista para Führer, su viejo gato que no había
regresado desde la noche anterior y eso era más que raro pues aquel animal era
aún más puntual que su propio dueño, en especial cuando se trataba de comida,
pero no podía hacer mucho en aquel momento, así que supuso que regresaría.
Cuando se
dirigía a la salida echó una mirada a la recámara contigua a la suya, se había
pasado las ultimas semanas tratando de adecuar aquel cuarto para su hija que
vendría de visita los fines de semana y Alex quería hacerle sentir lo más
cómoda posible; los resultados eran notables, tan sólo hacía falta algún mueble
o adorno, pero ya pensaría en eso luego.
Apenas se
había alejado tres casas de la suya, cuando se dio cuenta que uno de sus
vecinos tenía una venta de jardín. Como Alex no tenía prisa alguna, decidió
echar un vistazo por si había algo que ocupara, tal vez un corbatero, o alguna
cháchara para colgar o guardar sus llaves; pero de pronto notó entre todas las
cosas que había una vieja cajonera algo arruinada, aún así llamaba mucho su
atención, tal vez era por la tapadera de mármol que coronaba su único cajón.
Después de un momento decidió ceder a la atracción magnética que no le permitía
desviar la atención de aquel mueble, así que lo compró muy barato debido a su
estado deteriorado.
Esa tarde
Alex contempló un momento el mueble y tomó una decisión rápida, lo trasladó a
la habitación de su hija para colocarlo junto a su cama. Se alejó lentamente
intentando tener una mejor vista del conjunto y le gustó el resultado, tan solo
necesitaba arreglarle unos detalles y quedaría bien, incluso le daba la
sensación que el mueble… ¿se restauraba?...“imposible” pensó mientras se acercaba
a él. Recordaba muy bien que el cajón estaba roto y no se sostenía bien, pero
al abrirlo no sólo se movía perfectamente, sino que en el interior encontró sus
llaves perdidas.
-¿Pero
cómo…?- Dijo sumamente extrañado, aquello no tenía mucho sentido y cualquier
explicación era poco probable, pero decidió no darle mucha importancia
El teléfono le despertó de su trance, era del trabajo, así que tomó sus llaves
y se fue a prisa.
Aquella semana Alex tenía tanto trabajo encima que se había olvidado totalmente
de la recién adquirida cajonera. Acababa de terminar la primera carga de
trabajo y aún tenía que terminar otras dos, pero tenía un problema: había
escrito el numero de teléfono de su cliente en una servilleta y debía reportarse
con el en menos de una hora. Había buscado en el auto, entre su ropa, en casi
toda la casa, incluso había regresado a su oficina: nada. Por inercia comenzó a
buscar en la alacena, en el baño, en cada una de las cajoneras de su casa,
incluso en aquella que había comprado para su hija: ahí estaba la servilleta
con el número de su cliente.
Alex la
observó en silencio, sus ojos no parpadeaban, pero su mente trabajaba con
ahínco tratando de entender como diablos había llegado ahí.
Cerró la cajonera y llamó a su cliente, después regreso al cuarto de su hija y
se sentó en la cama observando con detenimiento el mueble, ¿estaba tan
estresado que comenzaba a alucinar? Decidió entonces hacer una prueba.
-¿Dónde
habré dejado mi bolígrafo?- Dijo en voz alta pero sólo el reloj despertador le
respondió con un firme tic tac. Abrió el cajón para encontrar su bolígrafo
personalizado y revestido de oro con su nombre escrito en él, se lo habían
obsequiado en el trabajo cuando consiguió su primer ascenso. Trago saliva.
-Quiero…una
cerveza bien fría…-abrió la cajonera: no había nada- bueno…al menos ahora sé lo
que no eres…que tal… ¿diez dólares? Una vez más abrió la gaveta: nada.
-Entiendo…-la
verdad no entendía del todo, así que decidió seguir experimentando, estaba
demasiado emocionado- …una difícil...algo que perdí cuando tenía diecisiete
años…-Alex visualizó sus calcetines favoritos en esa época, eran originales de
la marca de su jugador de fútbol americano favorito, los había considerado su
amuleto de la suerte durante toda la escuela y su madre le había bordado sus
iniciales, la última vez que los usó había sido durante un partido, se los
quitó para ducharse y después de eso sólo encontró uno, busco el otro pero fue
inútil. Esa sería la prueba definitiva de que no estaba enloqueciendo.
Abrió aquel cajón de mármol desgastado y halló aquello que tanto había deseado
encontrar: un calcetín maloliente. Lo tomó con cuidado, le temblaba un poco la
mano por la emoción contenida, era el mismo no había error alguno.
-¡Ja!- No podía dejar de contemplar aquel calcetín, era incríeble, la gaveta
poseía alguna especie de magia que encontraba cualquier cosa que hubiera
perdido, "tal vez hasta pudiera encontrar a Fuhrer", pensó riendo de
sí mismo ante tal idea.
De pronto se escucharon desesperados rasguños dentro del mueble, algo se
revolvía el interior del cajón haciendo mucho ruido, después un maullido
suplicante…
Sobresaltado, lo abrió rápidamente para encontrar a su viejo gato grisáceo.
-¡Fuhrer! ¿Pero que…?-El gato bufó ofendido y saltó del cajón para luego correr
fuera de la recamara con el abundante pelo totalmente erizado.
Los
siguientes tres días Alex se dedicó a experimentar con la cajonera mágica,
acumulando cada vez más cosas en el cuarto de su hija: joyas, papeles,
fotografías, pelotas, zapatos, monedas o billetes perdidos a lo largo de su
vida, también playeras, juguetes de su infancia y de Fuhrer, no podía parar.
Sin embargo después de un rato, comenzó a notar que el mueble se veía cada vez
más deteriorado, el cajón comenzaba a caerse y la manija se había aflojado, así
mismo la madera parecía crujir con solo tocarla.
Rápidamente salió de la recámara en busca de sus herramientas de carpintería,
pero de pronto recordó algo, ¡su hija! ¿Cómo es posible que lo olvidara?, se
supone que debía ir a recibirla en media hora al aeropuerto internacional. Tomó
una bolsa de basura grande y metió ahí todas las cosas que había recuperado del
cajón, luego agarró sus llaves y salió a prisa en busca de su hija.
Tres
horas después una cansada Bethany de dieciseis años llegó a casa de su padre.
-¡Ah! Al fin, vaya la casa no ha cambiado nada de nada.
-¿Te
parece?, échale un vistazo a tu recámara- Dijo su padre mientras la acompañaba
a su habitación para dejar ahí sus maletas.
-¡Genial!,
¿de verdad es mi cuarto?, se ve tan diferente, me gusta…uh…pero papá…ese
mueble…
Inmediatamente
Alex recordó la cajonera que había quedado en tan mal estado después de tanto
usarla.
-Oh, eso
disculpa hija, luego me acompañaras a comprar una nueva ¿vale?
-¿Bromeas?
¡Me encanta!, es tan elegante y tan linda.
Alex arqueó una ceja y miró en dirección al mueble, una vez más esta parecía
como nueva.
-Hum…bueno,
me alegra que te guste…-dijo mientras se acercaba al mueble con cautela
pensando en el primer celular que tuvo y que se había perdido, luego abrió el
cajón: nada. Hizo 5 intentos seguidos con cosas que había perdido alguna vez:
nada.
Bethany
miró extrañada a su padre mientras este abría y cerraba la cajonera una y otra
vez con el entrecejo fruncido.
-¿Papá?-
Alex reaccionó de pronto mirando a su hija un momento.
-Eh…si,
sólo me aseguraba…si funciona bien...todo en orden, te dejo para que te
acomodes.
-Gracias
papá- Bethany le sonrió con agradecimiento y asintió.
Una vez
fuera de la recámara, Alex comenzó a preparar la cena, pensando en aquella
cajonera y lo que había pasado esos últimos tres días, tal vez, sólo tal vez
había alucinado todo aquello, ¿o no?
-¡Papá! ¿Has visto mi cepillo…?...oh, olvídalo, ya lo encontré...
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Pues bien, este ha sido el ejercicio del més de Marzo y mi segunda participación en el grupo, se repartieron frases al azar y a mi me tocó la frase:
"Abrió aquel cajón de mármol desgastado y halló
aquello que tanto había deseado encontrar: un calcetín maloliente."
La tarea, como podrán adivinar era incluir esa frase en nuestro relato jejeje ha sido divertido aunque debo admitir que lo escribi con mucha prisa y pocas ideas, debo agradecer a mi novio por darme tantos consejos y sugerencias, fué una gran ayuda.
Y bueno, espero les haya gustado, muchas gracias por sus comentarios.