Años
atrás, mientras vivía en Campeche, me encontre con que,
sin importar el tiempo que llevará residiendo en aquel
tradicional estado, nunca me acostumbraria al calor, y cada año
parece empeorar. Fue en una de mis incursiones buscando la escuela de
música que me encontré con este maravilloso lugar, se
trata de un café cultural llamado "Las Puertas". Y
no se si fue por las circunstancias extenuantes con las que lo
encontre, pero me lleve una excelente impresión del lugar, por
lo que el escrito dedicado a esta primera experiencia es totalmente
sincera de acuerdo a lo que sentí aquella vez, en aquel
momento.
Si
algún dia visitan mi querido estado, dense una vuelta, no se
arrepentirán :)
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Insoportable calor bajo un
aplastante sol, no logro toparme con alguna piadosa y fresca brisa, parece que
estoy perdida en un inmenso y mortal desierto; deseo fervientemente encontrar
alguna fuente refrescante de frío y a la vez acogedora calidez, y que mis
palabras no te confundan, busco algo parecido a mi verdadero hogar…
Y en fin…camino, y camino con
solitario y cansado ritmo, no hallo en las cercanías la posibilidad de descanso
a mis fatigadas mente y alma, y poco a poco parece abandonarme la huidiza esperanza;
de pronto diviso una puerta que a simple viste luce simple, vieja y
descolorida, pero, por algún motivo parece brillar de entre las demás, y es
cuando me percato: arriba un letrero casi igual de viejo, se anuncia con
peculiar caligrafía el nombre de tan singular recinto “Las Puertas”.
Se encuentra abierta, y a pesar
de lo poco alentadora que luce a simple vista, la curiosidad se vuelve mi único
escape al infernal y húmedo calor que asciende cruel desde el asfalto…
Camino lento y aún así levanto polvo
a mi paso hasta que por fin alcanzo mi destino…
¡Que me parta un rayo!, ¿Qué es
esto?, ¿de dónde ha salido?, ¿es real?, es como entrar al país de las
maravillas, si, y ese pequeño umbral ha sido como cruzar la madriguera del
conejo, transportándome de una dimensión a otra.
A mis oídos llega una melodía
de voces muy entonadas y suaves, potentes y embriagadoras, aumentando con ellas
el ambiente místico que se respira al entrar. A causa de esta delicia sonora y
el aire fresco que comienza a envolverme, un tenue escalofrío de placer recorre
mi columna, erizando los diminutos vellos en la piel de mi nuca y brazos. Y a
partir de este momento, no hay marcha atrás (como si lo quisiera).
Parece un local viejo, de una
decoración alucinante: pinturas y frescos, todos llenos de gente expresando
diferentes sentimientos que contrastan unos con otros de manera algo
desconcertante, y cada fresco, con su respectivo sentimiento, se halla separado
uno de otro por una pequeña puerta y un espejo colgado, que lucen cuales obras
de arte que piden con ahínco contar sus historias: y es aquella bella armonía
precisamente lo que siento que aligera mi cansancio, me hipnotiza y me hace
olvidar lo demás, si, me olvido del calor que se queda a mis espaldas ondeando
furioso su etérea presencia del otro lado del umbral mágico.
Una mano fresca pero segura
toca mi hombro, y me dirige con lentitud a una mesa, una simpática mesa de
madera con dibujos y formas célticas típicas: volutas enredadas, curvas y más
importante aún, infinitas, la silla, del mismo material parece dura a la vista
pero encuentro con grata sorpresa lo suave y cómoda que es.
Me acercan una clase de
pergamino protegido en plásticos lisos, no estoy segura que le digo a aquel
gentil caballero que me habla, pero se retira con una gran sonrisa, llevándose
consigo, el curioso pergamino.
Yo sigo embelesada observando
el decorado: en un extremo hay un altar, con muchas figuras religiosas, de
distintas doctrinas y creencias, un buda saluda a una virgen, que a su vez
acerca una mano amistosa a una bella mujer desnuda y de pie sobre una concha,
esta es resguardada por un esqueleto cubierto con un manto negro quien baja
amablemente su guadaña con mucho respeto ante un hombre de largas barbas y
mirada piadosa, todos se hallan a la misma altura como iguales, compartiendo
alegría y paz; y lo más bello de este curioso altar, es la única figura que se
halla por encima de todas: la figura de un hombre y una mujer, tomando sus
manos, desnudos y sonrientes, inocentes y en armonía…¡qué golpe!...te da mucho
que pensar ¿no?.
Debajo de este simbólico altar, un letrero con caligrafía bien redonda y clara pone: “Léenos” y ahí mismo, unos centímetros abajo, una vasta y tentadora colección de libros se exhibe sin decoro, esperando ser vista y consultada por algún visitante.
Debajo de este simbólico altar, un letrero con caligrafía bien redonda y clara pone: “Léenos” y ahí mismo, unos centímetros abajo, una vasta y tentadora colección de libros se exhibe sin decoro, esperando ser vista y consultada por algún visitante.
Luego, levanto la mirada, el
cuadro que se ubica por encima de mí, es una escena extraña de tres mujeres
indígenas, caminando entre gigantes cestos de flores y frutas, un cuadro de
colores sobrios, con una peculiaridad que me hace sonreír: en sus espaldas
llevan magníficas y coloridas, casi chillonas alas de mariposa, dos se
encuentran de espaldas y una hincada observando el piso y tomando una sencilla
pero bella flor entre sus manos.
En otro cuadro se ve un cuerpo
humano, sosteniendo frente a su pecho y entre sus manos, su propia cabeza; y en
vez de la cabeza sobre el cuello, una exótica fruta rosada y brillante
permanece bien puesta, como si aquel fuese su lugar.
En otro muro hay un extraño
trébol de cuatro hojas, lo observo detenidamente desde mi lugar, mientras una
bebida extraña aparece frente a mí, me percato de ella; la examino, la huelo y
la pruebo; de inmediato, siento mi cuerpo revivir, aunque mi mente y alma se
hallaban ya bien despiertas: desde el momento en que entre. Lentamente bebo
aquel extraño elixir mientras observo detenidamente cada cuadro que me
transportan a diferentes historias.
Pronto me pierdo, entre un
delicioso, frío y dulce sabor, una ligera y potente melodía, un espectáculo
visual con explosiones coloridas de conceptos nuevos y viejos, combinados y
casi palpables, también me inunda un agradable y refrescante olor a café.
Aquí la mente vuela y brilla, aquí lo etéreo se transforma, y puedo saborearlo...
Aquí la mente vuela y brilla, aquí lo etéreo se transforma, y puedo saborearlo...
Entonces entiendo...
Estoy en casa.
Magnifique, simplemente bello. Me gustaría visitar tu estado y saciarme con la dosis que describes en tu entrada, ya hacen falta sitios con tales favores al cliente y no solo un frívolo café que atrapa la mirada. Si ese lugar es real, expandanse al mundo, "Las Puertas" (pero no se olviden del WiFi para recomendar al instante su menú).
ResponderEliminarMuchos saludos, Lunella, espero hayas recibido mi invitación y me sigas por igual. No pierdas este toque.
Chao.
Sinceramente hermoso, de plano sabes como describir el lugar para hacernos antojo de un exótico oasis en medio del caluroso verano, espero me lleves en mi próxima visita y que te reconozcan por esta bella descripción!
ResponderEliminarConmueve y más con la música de background, gracias por compartirlo. Kissus! <3
Me encanta como describes, transportandonos con tu relato.
ResponderEliminarSaludos.
Muchísimas gracias Pristinno, Crisstien <3 y GaMyr por sus comentarios :)
ResponderEliminarEste relato lo escribí ya hace varios años atrás pero sí fue muy importante para mi describir los detalles, estare actualizando más seguido!
que manera de escribir, haces que una lo palpe lo huela, lo sienta, precioso mi muñequita!
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